Cursología

Todo el mundo tiene sus defectillos, sus pequeños vicios. Hoy voy a contar uno mío. Pero sólo uno, que si una se desnuda en público pierde mucho encanto.Soy adicta a los cursos. Tanto, que me dedico a cotillearlos sistemáticamente por internet o por los diferentes organismos aunque se que no tengo tiempo para hacerlos. Una manera como cualquier otra de masoquismo, de ponerse los dientes largos. Creo que estudié las cosas más variopintas; manualidades, pintura, cocina, fotografía, inglés, alemán, contabilidad, transitario, patrón de embarcaciones, costura…Ahora incluso me atrevo con uno de Reiki.Un curso no es sólo un conjunto de lecciones, es una oportunidad para descubrir y fomentar habilidades desconocidas de uno y a la vez conocer gente con la que compartir intereses. Personalmente, los que más me gustan son los que desarrollan la creatividad, el uso de las manos.Porque todo lo que tenga que ver con la expresión es un arte, un arte que se vislumbra a través de una carta bien escrita, de un plato de cocido, de un jaretón bien hecho o de una mesa decapada lijada y pintada: la satisfacción hacerlo uno mismo.Últimamente los cursos están perdiendo la seriedad académica para centrarse en el concepto de utilidad del día a día y las prácticas.Como el taller de memoria ofrecido por la asociación Xurtir de Corvera, o el de dibujar con el lado derecho del cerebro y el de grafología impartidos ambos en la Escuela de Artes y Oficios de Avilés.No me digan que no les parece divertido convertirnos en CSI casero analizando la letra de nuestros congéneres, descubriendo su estado de ánimo, inteligencia, voluntad: en resumen, la personalidad. En Avilés también he encontrado cursos para echar las cartas, y clases de gaita. Como suele decirse, hay de todo, como en botica.
14/02/2009 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete