Comer o no Comer

La escuela de Bernardo Sopeña de Posada de Llanera tendrá los primeros alumnos de Asturias que formarán parte del proyecto 'Bebé Políglota' que comienza el año próximo. Un método diseñado para que niños menores de siete años abran su mente y su corazón 'sólo' a siete idiomas. Se pretende que de una forma divertida, los niños aprendan. A esa edad se es arcilla y la capacidad de asimilar es grande, entre otras cosas porque lo que se presenta como algo natural, la mente no lo discute y lo de «no puedo hacerlo» que es lo que nos atora a los adultos, no entra en el vocabulario infantil.
Lo incomprensible es la tendencia de pedirles un nivel alto de esfuerzo mental a los niños más pequeños, exigencia que va menguando a lo largo de los años hasta que finalmente sólo se les pide que acudan a clase. El colegio se ha convertido en una guardería que entretiene a los chavales para que los padres estén libres para trabajar y lo que deberían aprender en casa, se le pide al colegio. Eso afirman los directores, que se encuentran con que deben mejorar los hábitos alimentarios de los alumnos.
Comprendo que no tienen personal, ni dinero que lo pague, para convencer a cada niño de que se coma lo que tiene en el plato. Un niño es un niño, y cuesta explicarle que existen millones como él que ni tienen que poner sobre el plato, ni plato, pero estos datos no hacen más atractivo el brócoli. A falta de un buen apoyo de las propias familias, porque si el niño estuviera acostumbrado a comer de todo también lo haría en el colegio, lo que se necesita son expertos cocineros en el arte del camuflaje. Algunos lo logran con las pizzas vegetales y los purés. Recuerdo esconder sibilinamente a mi pobre hermana un flan en un batido al igual que hubo una temporada que mi madre me escondía un huevo crudo en el cola-cao. Palabra que bien batidito no se nota. A este paso veo en manos de la tierna e influyente madre adoptiva, es decir, la televisión, la responsabilidad de crear hábitos alimentarios a través de los 'dibus'.
24/4/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández

Juguetes

En Pola de Siero y por iniciativa del grupo Ventolín se inauguró la exposición 'La vida es juego'. Esta edición lleva por título 'Xuegos originales y populares' y nos muestra juegos como el de la rana, chapas, peonzas, mariquitas.
Me entusiasman los museos de juguetes. En Londres fui a uno dedicado al osito Paddington y a otro de juegos populares antiguos, incluidos los que se ponían en las ferias, como ese tan divertido de meter la mano y que te leyesen el futuro.
En Munich hay otro museo de varias plantas pegadito al ayuntamiento, lleno de ositos despeluchados y juguetes de hojalata. Como soy 'niña', la que me encantó fue la colección de muñecas y autómatas de porcelana de un precioso museo de Salamanca, el Museo Art Nouveau y Art Decó de la Casa Lis. Posee más de 300 piezas y según afirman es la mayor muestra pública a nivel mundial. Eso sí, confieso que alguna de esas muñecas podría protagonizar perfectamente excelentes películas de terror.
Todo el mundo juega, incluso los animales, sólo que el ser humano no lo hace únicamente con la intención de aprender; también con la de divertirse por divertirse. Si digo que los juegos de antes me parecían más entretenidos, peco de estar anclada en el pasado pero me van a tener que dar la razón en algo; eran juegos más manuales y despertaban la imaginación con menos materiales. Es verdad, que las videoconsolas ejercitan la imaginación, pero a veces hay quien por desgracia confunde la ficción con la realidad y prefiere refugiarse en un mundo inexistente, donde ganar batallas convertido en píxeles hace que se sienta más orgulloso de sí mismo.
A lo que me refiero es que los juegos de antes fomentaban salir a la calle y hacer amigos: el contacto humano. E incluso también la amistad filial porque cuantos padres no habrá por ahí que han jugado al Scalextric y al mecano con sus hijos. O aquellos padres que se podían permitir comprar y poner en el salón una estación de trenecitos con paradas y todo y luego casi jugaban con ellos más que sus hijos. ´
17/4/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández

El Pabellón Azul

En horas perezosas de los pasados días de Semana Santa cayó en mis manos 'El Pabellón azul', de Ramón Pernas, novela que a través de un lenguaje poético y lleno de acertadas metáforas, nos convierte en trashumantes, en titiriteros de los caminos de la vida que fluyen normalmente por donde los queramos llevar, aunque haya muchos que defiendan lo contrario. Que el destino exista, para quien cree en él, no significa subestimar nuestro poder para cambiarlo, idea que mortifica al ser humano una vez que la supervivencia está garantizada y puede darse el lujo de motivar su intelecto.
Esta angustia vital nos acompaña desde los albores del pensamiento y se refleja en las letras, en el cine y en cualquier arte. ¿Decidimos nuestra vida o ella decide por nosotros? Elegir entre determinismo o la simple precariedad de lo que la gente cree que significa el efecto mariposa, da lugar a cientos de argumentos en los que un ligero cambio transforma totalmente la realidad final y deja la puerta abierta a la condicional '¿y si en vez de tal cosa, hubiera sucedido tal otra?'. Aburridísima sería la vida sin esa incógnita que ataca sobre todo en la edad cuyo único deporte asequible es la acumulación de arrugas.
El protagonista de 'El Pabellón Azul' es Augusto Bordino, un anciano que descubre que la vejez es un barco varado con el ancla atorada en el pasado. Pertenece a la 'troupe' de los Bordino de sangre circense, cultivadores de sonrisas y procuradores de asombros, que abandonan el viejo mundo (quizás ese al que con tanto cariño se refería el carismático Camilo de Guareschi) por el joven, por la Argentina que se consolida y enriquece con la diversidad de los que llegan ansiando construirse un futuro nuevo o al menos desconocido, que es mil veces mejor que uno conocido porque incluye una ración de esperanza.
Lo que más me gusta es esa idea del pabellón azul, esa bandera izada en el barco en el que atraviesan el océano Atlántico los Bordino. Color que significa que el barco no pertenece a ningún territorio.
10/4/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete