El Pabellón Azul

En horas perezosas de los pasados días de Semana Santa cayó en mis manos 'El Pabellón azul', de Ramón Pernas, novela que a través de un lenguaje poético y lleno de acertadas metáforas, nos convierte en trashumantes, en titiriteros de los caminos de la vida que fluyen normalmente por donde los queramos llevar, aunque haya muchos que defiendan lo contrario. Que el destino exista, para quien cree en él, no significa subestimar nuestro poder para cambiarlo, idea que mortifica al ser humano una vez que la supervivencia está garantizada y puede darse el lujo de motivar su intelecto.
Esta angustia vital nos acompaña desde los albores del pensamiento y se refleja en las letras, en el cine y en cualquier arte. ¿Decidimos nuestra vida o ella decide por nosotros? Elegir entre determinismo o la simple precariedad de lo que la gente cree que significa el efecto mariposa, da lugar a cientos de argumentos en los que un ligero cambio transforma totalmente la realidad final y deja la puerta abierta a la condicional '¿y si en vez de tal cosa, hubiera sucedido tal otra?'. Aburridísima sería la vida sin esa incógnita que ataca sobre todo en la edad cuyo único deporte asequible es la acumulación de arrugas.
El protagonista de 'El Pabellón Azul' es Augusto Bordino, un anciano que descubre que la vejez es un barco varado con el ancla atorada en el pasado. Pertenece a la 'troupe' de los Bordino de sangre circense, cultivadores de sonrisas y procuradores de asombros, que abandonan el viejo mundo (quizás ese al que con tanto cariño se refería el carismático Camilo de Guareschi) por el joven, por la Argentina que se consolida y enriquece con la diversidad de los que llegan ansiando construirse un futuro nuevo o al menos desconocido, que es mil veces mejor que uno conocido porque incluye una ración de esperanza.
Lo que más me gusta es esa idea del pabellón azul, esa bandera izada en el barco en el que atraviesan el océano Atlántico los Bordino. Color que significa que el barco no pertenece a ningún territorio.
10/4/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete