Cada vez más atrevidos, cada vez más primitivos. Así son los entornos de los últimos reality shows. Empezaron con Gran Hermano. Luego Supervivientes, La isla de los famosos, La Granja o Pekín Express. Todos tienen algo en común: se pasa hambre en conjunto. En una de esas los concursantes se nos hacen caníbales. Lo que iba a aumentar la audiencia...
Incluso hubo programas para perder peso. No sé para qué se molestan, con ir a cualquiera de los que he mencionado antes, pierden kilos seguro. Que sea sanamente, es otra cosa.
Retazos de vida personal bajo la supervisión del ojo público, convertido, en vez de en delator de las realidades actuales, en un incontenible cotilla de las desgracias ajenas. Ahora el cotilleo no sólo se persigue: se provoca.
Y digo yo, tanto programa de supervivencia... ¿no será que nos tratan de decir algo?, ¿que es una pequeña-gran indirecta de lo que nos espera en el futuro, que por cierto, aún se dibuja incierto?
Perdidos en la Tribu genera más lágrimas y sudor ajenos; tres familias que se adaptan a dormir en el suelo, a comer lo que se deje comer -no me atrevo ni a ponerle nombre- y a compartir experiencia espiritual con los chamanes.
Como es un programa para todos los públicos, imagino que los chamanes entrarán en trance sin masticar ni fumar nada sospechoso. Dicen que las dificultades aúnan. Cuando regresen, además de ser una piña, a estas familias les parecerá que viven en palacios de 5 estrellas.
Algunas de las mujeres llevaban en las maletas rizadores y planchas del pelo. Espero que fueran a pilas, porque la energía que da la selva es exclusivamente de origen espiritual. Y no creo que los aborígenes de ahora, sean como los de hace 400 años, por lo que el trueque de un rizador a cambio de medio mono en conserva, va a ser que no.