Desde el primer chapuzón en el mundo de las letras, he tenido la suerte de ampliar los horizontes, y, partiendo de mi charca estrictamente particular, empezar a nadar discreta y someramente por el océano de las palabras. Una de las particularidades que conllevan estos nuevos derroteros, es conocer a otros navegantes del mundo literario, algunos ya, capitanes de navío.
El padre Fortea es un ejemplo evidente. Sus libros publicados se acercan a la veintena; es, entre otras cosas, teólogo, escritor, ensayista, pintor y uno de los cinco exorcistas que actúan en España. Precisamente el 10 de Mayo El País le hizo un reportaje. Esta semana, concretamente el martes, surgió la oportunidad de compartir una cena.
Reconocedlo; ¿vosotros os habríais resistido con semejante currículum vitae? Si bien un buen acicate fue esa tortuosa señora llamada curiosidad - eterna y muy justamente acusada de matar al gato -, la verdadera razón de peso para conocerse fue la coincidencia de que es amigo una buenísima amiga mía y esa es para mí la mejor carta de presentación. Me encontré con una persona culta y franca, llena de peculiaridades propias como lo estamos todos. Una de ellas es su entusiasmo por la caligrafía, pasión a la que le dedica horas y de la que me dejó una buena muestra en su último libro 'Summa Daemoniaca', un tratado de demonología y manual de exorcista, tema que trata siempre con el rigor y la seriedad que le corresponde sin caer en el sensacionalismo. Confesó su gran afición a los reportajes de historia y me llevé la sorpresa de coincidir en el gusto por las bandas sonoras, los largos paseos (queda invitado a conocer las maravillosas sendas que discurren por nuestra Asturias), y el chocolate.Sin duda alguna, cuando nos despedimos, iba rebosante de energía positiva.