Acercando Los Niños A Sus Orígenes


En mi infancia esperaba siempre con ilusión la excursión de fin de curso; aquella visita que constituía la salida conjunta de la clase a una fábrica en la que se combinaba la curiosidad de conocer algo nuevo con la alegría de experimentar la libertad de un día sin clases.
Recuerdo dos fábricas de refrescos, una de productos lácteos y otra de chocolates. Años más tarde, en pleno devenir universitario en Madrid, un día cualquiera en un periódico cultural, resaltó bajo mi mirada especulativa una excursión propuesta por la comunidad de Madrid para niños de entre diez y catorce años: objetivo final de la actividad, ver una vaca. Debido a mi identidad asturiana y a mi juventud, me hizo gracia. Después de pasar toda mi infancia en Avilés, acostumbrada a sus paisajes bucólicos, impensables sin vacas rumiando entre ese verdor tan característico de nuestra tierra, esa propuesta me resultaba tan irrisoria como si se tratara de organizar una excursión cuyo fin fuese conocer el perro del vecino. Ignorante juventud. Si hubiera sopesado el futuro, no me habría reído en absoluto. Cómo podía augurar que la mayoría de niños asturianos conocen hoy en día la existencia de una vaca a través de la televisión o de sus libros de texto igual que un cocodrilo, un oso panda o un ornitorrinco. Por eso, aprecio la iniciativa en todo lo que vale de la exposición en el centro de El Álamo, de Bustiello. En ella se acerca a los niños a un pasado no tan lejano, propiedad compartida de nuestros abuelos; un acercamiento al lenguaje y a los objetos típicos e indispensables en la vida cotidiana de una casa rural asturiana; a una vida, sin móviles y sin consolas.

5/04/2008 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete