Está 'petao'. Como la expresión no la van a encontrar precisamente en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, para quienes aún no han tenido la oportunidad de escucharla, se le atribuye coloquialmente el significado de lleno, es decir, en plan de que no cabe ni un alfiler. Fue la palabra clave en las multitudinarias fiestas de San Agustín.
Y como si hubiera sido Carnaval, después de una semana fiestífera, toca apretarse el cinturón, pensar aquello de que «nos quiten lo bailao» y observar como se acerca sin remedio lo que ya se denomina 'cuesta de septiembre'. Una cuesta medio nueva, porque los padres con retoños en edad de florecer y ser regados por la diosa Sabiduría en el colegio, ya la conocen algo más que de oídas.
Por desgracia, el conocimiento de lo que se aproxima, no disminuye la inclinación de la pendiente. Los libros de texto no valen de un año para otro y al parecer necesitan pequeños cambios para mantenerse actuales. Sólo doy credibilidad a semejante argumento con la Geografía, por ese empeño de las fronteras en bailar el tango de un lado para otro con el consiguiente coste humano.
Desconozco si este año nos volverán a proponer conejo para las fiestas de Navidad o tendremos que bajar el listón a las lentejas. Aunque también podemos apuntarnos a ese nuevo curso de Ilusionismo que nos ofrece este año Artes y Oficios.
Si pronunciando el «magia potagia, pata de cabra» de toda la vida, no somos capaces de trastocar el menú, al menos entretendremos a los comensales entre cucharada y cucharada de sopa de fideos.
Y si no nos sale ningún truco, con desparpajo podemos imitar a Charles Chaplin en 'La quimera del oro', con su danza de panecillos pinchados en sendos tenedores.
E ignorar, por supuesto, aquello de que con la comida no se juega.