Seamos realistas. Tenemos la manía de valorar las cosas cuando las hemos perdido o cuando estamos a punto de perderlas. Me refiero al homenaje del centro sociocultural de Los Canapes en reconocimiento al esfuerzo de abuelas y mujeres mayores.
La figura del abuelo siempre ha ido de la mano de la del nieto, y hace años -antes de que nos volviéramos tan individualistas-, la convivencia diaria entre las distintas generaciones era normal.
Ahora, sin embargo, en un mundo en el que apenas nos paramos para coger aire, después de ignorarlos y dejarlos en el abandono, los abuelos se nos han emancipado y vengado: ahora los que tampoco tienen tiempo, son ellos. Actividades, viajes de placer y curativos. Y no se confundan, que ya no son sólo viajecitos a Torrevieja o a Torremolinos; también a las Baleares y a Canarias. Reuniones, natación, bailes, clases informáticas, galanteos, termas, excursiones.
Figúrense si están desentrenados que psicólogos y trabajadores sociales imparten talleres para ejercer de abuelo.
En Asturias los ofrece la Cruz Roja. Descubren que 'jubilación' es un término relativo, y no sólo se hacen cargo de los nietos, también de pequeñas tareas. Motivo esencial de esta angustiosa demanda abuelera: la incorporación de la mujer al trabajo. En Alemania incluso se planteó legislar una baja de maternidad para abuelos que puedan ayudar en la educación de sus nietos.
¿Y cómo se apañan las familias que tienen abuelo díscolo-discotequero, y que con toda la razón no se pierde ni una?
Solución ideal para tiempos de crisis y no sólo para estos menesteres: el Banco de Tiempo, mediante el intercambio de tareas: arreglar un enchufe, cuidar niños, dar clases de inglés. Y la moneda de cambio, el tiempo, en vez del dinero.
A ver, comunidades avilesinas de vecinos, animaos.