Animales Peludos y Verdes

En una entrevista de este periódico a una trabajadora de una tienda de animales de Trasona se hablaba de mascotas y de las preferencias actuales por los conejos. No es una sorpresa; una amiga tiene uno en su casa. Como los gatos de angora, los más demandados suelen ser los que tienen el pelo más abundante y más bonito, lo que asegura que en cosa de un mes, al igual que quien tiene perro o gato, no quedará un milímetro cuadrado de la casa sin un pelo del animal.
Hacer por hacer, aparte de lo básico, no le he visto hacer mucho; eso sí, como todos los animales, ama el provecho. Este en concreto vive en una casa de cuatro mujeres con diferentes turnos de trabajo. Con el paso de las semanas, el animal fue engordando hasta parecerse a una bola singularmente peluda.
En un acto grupal de sinceridad, descubrieron que las cuatro, en el afán de caerle bien al bicho -todos guardamos en nuestro interior esa personita que quiere ser la preferida- le daban de desayunar cuatro veces entre todas.
Cuando llegó este último verano se atrevieron a soltarlo por el jardín. Descubrieron que le gustaba cavar detrás de todas las plantas hasta dejar las raíces a la vista, para luego meterse fresquito en los hoyos.
Casi he visto más interactiva a la tortuga; un animalillo que tiene más de una década y que es más o menos tan grande como una mano. Por el invierno la tienen en una bañera y por el verano, está permanentemente nadando en la piscina. Si lo sé; es una vida envidiable no sólo para ser tortuga.
Tampoco es muy expresiva, pero cuando aprieta el calor y se usa la piscina, al cabo de un rato coge la confianza suficiente para morder todos los dedos de pies que encuentre. Quizás es su camuflaje verde el que le insufla ese carácter combativo, porque ataca mordiendo y se retira en actitud defensiva una y otra vez.
Si fuese un niño y no una tortuga, estoy segura de que dirían que está falta de cariño y busca atención. Soy más escéptica: pienso que quiere la piscina para ella sola y que los demás son intrusos.
15/1/2011 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández