Regreso a la Tortilla de Patata

El verano es una estación en la que el tren de la vida hace una parada y los sueños almacenados en invierno se vuelven realidad. Aunque 'El Doctor Zhivago' prefirió el frío y la nieve y Putin pasa sus vacaciones en Siberia, las películas de Alfredo Landa con sus rondas veraniegas en busca de suecas mediante el atractivo reclamo de su «ole, ole» -pronunciado con acento muy del norte-, corroboran que para el romance playero, el océano, la arena y el sol, son una combinación perfecta.
Ya no hay seiscientos abarrotados por las carreteras, y las suecas no están tan perseguidas... creo. Sigue la tortilla de patata, la reina de los tuppers de playa; la olorosa protagonista del mediodía.
Atesoramos al niño constructor de castillos en nuestro interior junto a cierto ánimo territorial que convierten el pasar el día en la playa en un despliegue militar.
Uno: escoger un buen sitio. Dos: plantar la sombrilla a modo de señal colonizadora, con la misma presteza con que un oso se rasca contra la corteza de un árbol marcando territorio.
Tres: agrupación de objetos en el centro del círculo elegido. Suele suponer varios viajes al coche. Miradas turbadoras a los elementos humanos que constituyen la competencia y rápido despliegue toallero para delimitar espacio. Distribución estratégica de sillas, mesa abatible, tumbonas, nevera, vajilla y radio. Ahí es donde se aprecia el buen ojo -o no- de arquitecto del progenitor.
Paso final y definitivo que chaletiza el trozo de playa: el cortaviento, frontera ineludible. Luego reparto familiar de crema solar y media hora hinchando flotadores, piscinas y colchones.
Menos mal que a la playa vamos a descansar.
22/08/09 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS Mª José Rosete