Como soy más bien de mente dispersa, es normal en mí empezar a pensar cuánto tiempo necesita un garbanzo para estar cocido y terminar elucubrando a cuantos metros de la cumbre del Himalaya no puede llevar una existencia digna un escarabajo pelotero. No me pregunten cómo paso de un punto a otro. Reconozco que para los que tengo alrededor puedo llegar a ser un poco cansina.
El otro día empecé un viaje mental de estos. El punto de partida fue un programa de sábado por la tarde de los que se supone que nadie ve por mucho que los estudios de audiencia digan lo contrario.
Hablaban del bolero y como gracias a ciertos artistas se mantiene vivo para las siguientes generaciones. Y me dio por pensar en toda la música y los instrumentos que han desaparecido porque no pudieron superar la barrera del tiempo. Renovarse o morir es la respuesta, y no esa lucha constante que mantenemos los seres humanos por conservar lo que parece que funciona, sea en política, arte, etc. de una forma avariciosamente intocable, hasta que al final muere por falta de oxígeno.
Observo que las asociaciones que surgen para conservar algo tal como está, tarde o temprano terminan desapareciendo a la vez que lo hacen sus miembros, envueltas en suspiros de melancolía y reproches por la falta de interés del resto de la humanidad.
No sucede con la gaita. Parece que todas las culturas en las que es tradición se han puesto de acuerdo y las nuevas generaciones de gaiteros saben cómo llegar al público. Y no sólo eso, incluso los más pequeños están dispuestos a aprender, como demuestran los componentes de la Banda Infantil de Gaitas La Magüeta. Que no todo va a ser locura por la guitarra eléctrica. ¿Quién iba a decir a nuestros ancestros, que un instrumento tan típico, terminaría interpretando en manos de la agrupación Villa de Xixón 'Cantando bajo la lluvia', dentro de su espectáculo 'Música en la maleta'? ¿Y qué dirían del más puro rock al ritmo de las faldas escocesas del intercéltico? Quizás, exclamarían eso de ¡Qué ye, ¿oh?!
25/9/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández