Ahora que el libro electrónico emprendió cruenta batalla contra sus hermanos mayores de tinta y palabra sobre papel, estos últimos se extienden intentando abarcar nuevos dominios, infiltrándose con más osadía en la vida cotidiana.
En las grandes ciudades es normal una media de dos horas de viaje al día en tren, autobús o metro, y en un intento de aprovechar ese tiempo 'perdido', surgieron las bibliometro, que prestan sus libros en las estaciones con la ventaja de que se pueden coger en una y devolver en otra.
La nueva ofensiva en verano, fue conquistar definitivamente las playas. Asociamos las vacaciones a la imagen de arenas blancas, una hamaca y un libro al lado. Idílico y que poco tiene que ver con la realidad, porque a la hora de la verdad con el estrés de madrugar para evitar atascos, desplegar todos los utensilios playeros (hamaca, piscina hinchable de niño, sombrilla, nevera portátil.) echarse la crema, bañarse y dormir lo que no se ha dormido por la noche, la mayoría ya se dan por satisfechos y como mucho leen el periódico.
De todas formas, por aquello de que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, los libros han llegado desde hace dos años en Ribadesella hasta la misma playa dispuestos a dejarse leer por todo el que quiera. Un pequeño stand con unos 200 libros a los que denominan biblioplaya distribuye gratuitamente emociones contenidas durante dos horas.
Los libros de playa se asocian a la novela romántica, a la del crimen organizado y premeditado y a la de aventuras. En general a una temática no muy sesuda; todavía no he sorprendido a nadie con el ánimo suficiente para atreverse con La Regenta a pleno sol.
Los clásicos durante años han sido Stephen King, Isabel Allende o Danielle Steel. Los últimos veranos Stieg Larsson y Stephenie Meyer toman el relevo.
Con ánimo de que la historia no quede a medias, los libros de relatos son una nueva opción a las novelas, perfectos para la playa, los 10 minutos antes de apagar las luces del dormitorio y los viajes cortos.
4/9/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS Mª José Rosete Fernández