Se piensa en incluir Avilés con su cementerio de la Carriona en la red europea de ciudades con camposantos singulares. Cuando era pequeña y visitaba un cementerio - normalmente el día de Todos los Santos -, me gustaba echar un vistazo a las tumbas más ornamentadas que invariablemente pertenecían a un conde o a un marqués.
Es curioso como este tipo de proyectos se extienden por el globo. Me refiero a que hace unos cuantos meses leí la noticia de que en El Salvador, han puesto en marcha un tour de visitas guiadas en su cementerio de los Ilustres de San Salvador. Se visita de noche (por eso del morbillo y la ambientación) y se cuentan historias sobre los muertos que alberga, o sea, a la manera de nuestras noches de leyenda histórico-temáticas, pero en versión de intriga.
3 horas de recorrido que incluyen tumbas de hace más de 100 años. Lo llaman necroturismo. Dicen que hay quien va con la esperanza de ver algún espíritu vagando por allí, pues la creencia de que vivos y muertos conviven está muy arraigada en Latinoamérica. Se puede ver en la literatura a través del realismo mágico. Digamos que la “estrella” de ese cementerio es “La Novia”, una escultura de mármol blanco que representa a Lidia Cristales de López, una desventurada joven que murió según se dice envenenada, vestida con su traje de novia al pie del altar dónde se casaba. La leyenda añade que las noches de luna llena abandona su pedestal y recorre el cementerio en busca de su amado.
El interés por la muerte es algo inherente al ser humano. En el mundo moderno aparece bajo otros disfraces como la afición a los vampiros y a los zombis. Hasta las historias de espíritus han cambiado y hay series de mucho éxito centradas en ellos. Ya no son sólo vengativos porque sí, - excepto en las películas de bajo presupuesto – ahora son hasta razonables.
De todas formas mucho le debemos al arte funerario; el Tal- Majal, las pirámides… y los museos de la muerte. Los más importantes están uno en Guanajuato, México, y otro en Palermo, Sicilia.
18/9/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández