Nos convertimos en un cúmulo de tarjetas, ya no somos personas, sino carnés; que si el carné de identidad, que si el de la biblioteca, el de conducir, las tarjetas del banco, la del supermercado, la tarjeta del parking, el carné de tal o cual asociación. Cada día veo a la gente con más tarjetas y menos dinero
Números y más números que traducen nuestro comportamiento pero no como somos. Y luego llegaron los puntos, y si los niños coleccionan cromos, los adultos coleccionamos puntos de buenos conductores. Y una vuelta de tuerca más y ahora aparecen los carnés por puntos para pescadores, cortesía de la Unión Europea. Claro que la cuestión es al revés; es no sumarlos, porque son puntos malos y cuantos más se tengan más cerca se está de perder la licencia.
Todo se soluciona con programas informáticos, ordenadores y la red: compras por internet, médico por internet, los viajes y hoteles más baratos por internet, se declara por internet y los niños en muchos colegios ya estudian con un ordenador portátil. La era de la comunicación sin comunicación. Claro que perder de vista ciertas caras largas de alguna ventanilla es positivo, pero dentro de unos años estaremos tan clasificados y tan autosuficientes que no necesitaremos salir de casa para nada. Además de que hay un misterio en todo esto que no logro comprender. Se supone que desarrollar todas estas gestiones a través del ordenador hace ganar tiempo, pero veo a la gente igual de estresada. Tiene truco por alguna parte.
28/11/2009 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS. María José Rosete