De momento doy la razón a los hechos y a la inequívoca realidad. Somos un país fiestero y Asturias no lo es menos, con el agravante de que nos añadimos a la fiesta llueva o no llueva; no está la cosa para hacerle ascos a nada.
Desde hace unos años, le hacemos guiños a la fiesta de Halloween, que no encaja en nuestra tradición por ninguna parte, pero dada la atracción mundial por lo gótico y sobre todo últimamente por lo vampírico, es bien recibida.
Brujas, zombis y vampiros son los principales protagonistas.
Leyendas repartidas por toda Europa, en la mitología asturiana la Guaxa, y la magia de la literatura crearon estos seres con personalidad propia. Desde que Ann Rice con sus crónicas vampíricas recogió el testigo de Bram Stoker, las historias, series y películas de vampiros proliferan.
Quien no recuerda al horripilante Nosferatu, protagonista de la película del mismo nombre, vampiro apergaminado y chupóptero, que avanzaba escalofriantemente despacio (que no importa, porque el malo siempre llega a tiempo, aunque vaya a la pata coja) por pasillos llenos de cadáveres. En la versión de 1979, los cadáveres eran reales, del museo de momias de Guanajuato, México.
Halloween se ha celebrado en Avilés, Ribadesella, Gijón, Oviedo... y hasta la Concejalía de Juventud y Abierto Asturias planearon una Noche de Terror con gymkana nocturna este mes.
En el Muja se han apuntado a la moda, también los dinosaurios tuvieron su noche de Halloween. Aunque los dinosaurios no necesitan mucha parafernalia; nada me provocaría más miedo que pasar junto a una de esas moles de huesos del museo y que estornudase.
A ver si otro año alguien se anima a celebrar la fiesta de Halloween a la asturiana y que los protagonistas sean los trasgus, las xanas, los espumerus o los pataricos.
21/11/2009 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS, María José Rosete