Tras unos cuantos años, unos 147 desde 1863, y después de que bajo su único ojo protector desfilasen unas cuantas generaciones de marineros, nuestro faro es el protagonista de un sello sólo para sus insignes formas.
Los faros siempre han formado parte de la vida del hombre de mar y quizás su vista fuese la más ansiada, el lazo que une dos mundos: tierra y mar.
Hoy en día, los GPS y otras tecnologías están acabando con su uso como lo conocemos y los fareros que se encargan de ellos a lo largo de las costas españolas, no llegan a 50. Los faros se han automatizado y ya no necesitan de personal para funcionar.
El abandono y la corrosión, amenazan a muchos de ellos. Como con los castillos, se estudia convertirlos en hoteles, albergues o restaurantes dejando en manos de la empresa privada su explotación con el condicionante de no limitar ni entorpecer su luz.
Claro que lo de los hoteles, será algo exclusivo, porque además de constar de un buen ascensor, no creo que tengan muchas habitaciones ni que sean especialmente amplias. Y eso que en la vida actual, la originalidad en el diseño de los espacios llega a límites insospechados, culpa del precio del metro cuadrado de la vivienda.
Los faros son referencia en las novelas románticas o de misterio y algunos tienen sus leyendas, normalmente asociadas a las personas que vivieron en ellos.
Muchas novelas relatan en ficción lo que sucedió en la vida real, aunque espero que no en muchas ocasiones. Cómo antiguamente, los habitantes de algún pueblo costero o simplemente piratas, vivían a base de apagar la luz del faro y guiar en las noches de tormenta a los barcos incautos hacia los acantilados para hacerlos naufragar, asesinar a los supervivientes y quedarse con las mercancías. 'El faro del fin del mundo' de Julio Verne sitúa sus aventuras en el faro argentino de la zona más austral de Tierra de Fuego. Y Daphne de Maurier con 'La posada de Jamaica' creó una obra de misterio y suspense, que Hitchcock no pudo resistir la tentación de llevar al cine.
23/10/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández