En Gijón este mes apelan al civismo ciudadano difundiendo una campaña contra el ruido, y es que a pesar de que el tráfico casi siempre se lleva la palma del incordio, el 45 % de las quejas son por ruidos en el hogar.
En Oviedo, por el módico precio de un millón de euros trasladarán la fuente de Longoria, con lo 'pequeña' que es, a La Corredoria. Motivo: el ruido del agua molesta a los vecinos. Como no tengo la fuente al lado de mi casa me callo, pero no deja de tener su gracia porque hay tiendas en las que venden discos con el sonido del agua para relajarse.
Hace años pasé una temporada larga en Madrid y todas las mañanas a eso de las 7, una bendita ambulancia se abría paso. El sonido penetrante traspasaba persianas y almohada puesta sobre la cabeza. Muchas cábalas mentales tracé intentando comprender porqué todos los días había una urgencia precisamente a las 7 de la mañana.
Supe luego que el conductor vivía en la misma calle y esa era su hora de entrar a trabajar. Usaba la sirena para no llegar tarde. Qué majo.
Peor es lo de 'durmiendo con el enemigo'. El hecho continuado de vecino que pasa de todo, aunado a la tendencia que desarrollan las constructoras por imitar amorosamente las casas tradicionales japonesas -paredes de papel-, pueden poner de los nervios a cualquiera.
Un amigo mío descubrió que al otro lado de la pared vivía un joven adonis que a pesar de no ser vampiro, dormía por el día y daba fiestas por las noches. El secreto era que vivía de, por, para -y alguna que otra preposición más- las mujeres.
Las conversaciones pacíficas fueron inútiles y pasó al contraataque. En una de las noches más sonadas, en medio de la euforia, música y risas, picó a la puerta del alegre vecino. Sorpresa mayúscula recibió el gigoló cuando abrió y se lo encontró en calzoncillos y con una botella de champán. Puesto que no lo dejaba dormir, venía a 'participar' y echarle una 'manita' con las mujeres.
Fue el último día de gritos y música desenfrenada.
Como dicen nuestras abuelas: mano de santo.
19/12/2009 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS. María José Rosete