Gijón ya no sólo huele a mar, a partir de ahora tiene su propio aroma inspirado en palabras tan etéreas como hospitalidad, personalidad y libertad.
Si desde la antigüedad alguien hubiera destilado el olor a libertad, apuesto que hubiera sido el más vendido en la historia y alcanzaría unos precios que ni la angula en Navidad.
Para la hospitalidad de las gentes de Gijón -y eso no lo podemos negar, la ciudad en verano triplica población- el olor a rosa.
Es una de las flores más extendidas y vendidas en floristerías de todo el mundo, además de ser la reina en muchos jardines. En cualquier novela inglesa de época que se precie, habrá un general retirado o una dama de alcurnia dedicando su exclusivo tiempo a las rosas de su jardín.
La personalidad de la ciudad estará representada por la manzana. Aunque podría decirse lo mismo de toda Asturias. Es también una de las frutas más cultivadas en el mundo.
Y para la libertad, el sándalo, portador del tono afrodisiaco. Después de todo es un perfume y los perfumes están pensados para atraer, aunque hay quien para desgracia olfativa ajena lo utilice para ocultar olores.
Si nos volvemos reflexivos y perspicaces, nos daremos cuenta de que han creado un perfume hecho -entre otros ingredientes-, de árbol (el sándalo se obtiene del tronco y raíces), flor (se utilizan los pétalos de rosa) y fruto (la manzana), como si reuniese el ciclo infinito de la vida.
Y en realidad, a rosas tendría que oler toda Asturias, porque ha sido de lo más hospitalaria en lo que va de año. Según las cifras que manejan en el Instituto Nacional de Estadística, en este primer trimestre aumentaron los turistas por primera vez en dos años, además de que la provincia supera la media en referencia a otras pertenecientes a la llamada España Verde. Imagino que lo más natural en época de vacas flacas para todos los españoles, es dedicarnos a conocer nuestro propio país; una maravilla llena de belleza en la que se pueden encontrar en muy poco espacio las bendiciones de varios climas.
24/7/2010 Publicado en LA VOZ DE AVILÉS María José Rosete Fernández